PIEDRAS EN EL CIELO
Como ya informamos en el bloc del Ateneo, el 24 de noviembre fue lanzado al espacio una nave cuyo propósito es estrellarse contra un asteroide, para ensayar la posibilidad de desviarlo de un hipotético rumbo de colisión con la Tierra. Ya en 2005, la NASA disparó un proyectil desde la sonda Deep Impact sobre el cometa Tempel 1, de unos 14 Km de tamaño, el impacto redujo su velocidad medio milímetro por hora….
Es de sobra conocida la teoría de que los dinosaurios fueron
exterminados por el impacto de un gigantesco meteorito, que originó el cráter de
Chicxulub, en la actual península del Yucatán. Aunque sigue estando en
controversia que esta fuese la causa última de dicha extinción, lo que está
demostrado es que el impacto se produjo y tuvo unas consecuencias catastróficas
en todo el planeta.
La erosión y el continuo movimiento de las placas tectónicas,
han borrado la mayoría de los cráteres de impacto que la Tierra ha debido de
sufrir a lo largo de su dilatada historia.
Aun así hay ejemplos espectaculares como el cráter de Arizona, formado hace unos 50.000 años por un meteoro de cincuenta metros de diámetro y que generó una explosión de diez megatones de TNT (unas 600 veces la energía que se liberó con la bomba de Hiroshima). En ese tiempo ya existía el homo Sapiens conviviendo con el Neandertal.
En tiempos históricos (1650 a.C.) habría estallido un bólido sobre la ciudad de Tall-el-Hamman,
situada en el valle del Jordán durante la época del bronce medio. Según los
investigadores de la universidad de Santa Bárbara, en California, que han publicado sus conclusiones en la
revista Nature, la desintegración del meteorito en la atmosfera habría liberado
una energía mil veces superior a la bomba atómica de Hiroshima. La explosión
habría proyectado una enorme cantidad de sal del subsuelo que habría arruinado
la fertilidad del terreno y que podría haber impactado sobre algún rezagado que
huía convirtiéndole en “estatua de sal”.
En la mañana del 30 de junio de 1908 una bola de fuego explotó a una altura de entre cinco y diez kilómetros sobre la remota región de Tunguska en Siberia. Se calcula que ochenta millones de árboles quedaron aplastados en un área de 2.150 Kilómetros cuadrados. El objeto debía medir entre 50 y 190 metros. Del que si se tienen imágenes es del bólido que estalló sobre la ciudad rusa de Cheliabinsk, en los Urales, el 15 de febrero de 2013. Liberó una energía equivalente a 500 kilotones (treinta veces superior a la bomba de Hiroshima). La NASA estima que el objeto debía de medir en torno a los 17 x 15 metros y tener un peso de diez mil toneladas. La onda expansiva provocó 1.491 heridos de los que más de cien requirieron ingreso hospitalario.
En nuestras latitudes, es bastante desconocido el racimo de
meteoritos que cayeron sobre la ciudad de Madrid, en la mañana del 10 de
febrero de 1896. Según refiere La Gaceta de Madrid, a las 9 horas y 29 minutos
de la mañana, estando el cielo totalmente despejado, se vio un resplandor
blanco-rojizo que iluminó de improviso la ciudad y fue seguido, un minuto después,
de una enorme detonación que hizo temblar los edificios. Fueron recogidos
fragmentos en Moncloa, Maudes, Paseo de la Castellana, calle Serrano, jardín
del convento de las Ursulinas en Fuente del Berro, Puente de Vallecas,
Prosperidad, y en el Kilometro 6 de la carretera a Valencia. Se produjeron
escenas de pánico y hubo que lamentar las mujeres heridas, trabajadoras de la
fábrica de tabacos de Embajadores, que por salir en tropel del establecimiento,
derrumbaron la escalera. No faltaron los oportunistas que echaron la culpa al
gobierno y en concreto al general Martínez Campos.
El más cercano a Robledo del que se tiene constancia lo
reflejaron los frailes del Monasterio del Escorial en siglo XVII. Cayó en los
riscos que contornean el arroyo de la
Cereda, por encima de La Hoya, en Santa
María de la Alameda.
Por supuesto todas estas catástrofes se achacaban a castigos
divinos, males de ojos, y todo tipo de maldiciones y brujerías. Es por esto por
lo que la enciclopedia de la ilustración y la academia de las ciencias de
Francia, declararon en el siglo XVII, que estos fenómenos debían de provenir de
nuestra propia atmosfera, y desarrollaron una rocambolesca teoría para explicar
que, en determinadas circunstancias, la energía de los rayos podían solidificar
elementos del aire que se precipitarían sobre el suelo. Como esto no acababa de
convencer plantearon que eran rocas de erupciones volcánicas lejanas, e incluso
que provenían de los volcanes de la Luna. El gran pecado de la ciencia oficial
es la prepotencia, “en el cielo no hay piedras” declararon con rotundidad.
Como siempre, antes de desarrollar un proyecto hay que
imaginarlo, y Hollywood se adelantó a la NASA cuando en 1998 estrenó las
películas Deep Impact, dirigida por Mimi
Leder, y Armagedón dirigida por Michael
Bay. Y hablando de imaginación, un año antes, en 1997, se había estrenado la
película Vulcano, dirigida por Mich Jackson, en el que un volcán erupciona en
una zona poblada de las afueras de Los Ángeles….
Netflix acaba de estrenar el film “No mires arriba” dirigida
por Adam Mckay. En él se puede ver con toda crudeza la reacción de políticos
populistas, medios de comunicación y sociedad en general, trivializando el
peligro y tratando de sacar rédito político de los desastres naturales….
Para evitar o predecir estos impactos, la NASA ha creado el
Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) que utiliza un
avanzado software llamado Sentry, del que ya hay una versión mejorada (el
Sentry II). Se han detectado hasta la fecha unos 28.000 asteroides cercanos y
se consideran los más peligrosos los que pasan a menos de 7,8 millones de
kilómetros y tengan un tamaño superior a 140 metros. En el caso de los cometas,
se vigilan los que completan una órbita
en torno al Sol de menos de 200 años y
pasan a una distancia inferior a 1,3 unidades astronómicas, (una unidad
astronómica es el espacio que separa la Tierra del Sol: 150 millones de
kilómetros). La NASA tiene catalogado al 29075 (1950DA) como el objeto más
peligroso para la tierra y podía impactar contra nuestro planeta el 16 de marzo del año
2880.
La NASA, la Agencia Europea del Espacio y las más importantes universidades, cuentan con una red de observadores y astrónomos no profesionales que ponen sus aparatos al servicio de programas de rastreo. Uno de estos programas es el Minor Planet Center (Centro de planetas menores) dependiente del Instituto Smithsoniano y de la Universidad de Harvard. Este centro ha reconocido la labor de nuestro convecino y miembro fundador del Ateneo Antoniorobles Alberto García Sánchez. Su observatorio del Rio Cofio, (construido por él mismo), ha pasado a formar parte de esta red de vigilancia. La detección de estos cuerpos menores, que reflejan poca luz debido a su pequeño tamaño y que se mueven a velocidades enormes, es todo un reto, que Alberto ha solventado con observaciones precisas a través de sus telescopios, mediante un complejo sistema de guiado electrónico y un hábil manejo del software informático.
Creo que el dinero y los esfuerzos destinados a estos proyectos es el mejor
gastado, pues aunque la vida ha dado muestras de sobrevivir a grandes
catástrofes planetarias, lo que es realmente
vulnerable es nuestra civilización.
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