Dragones Cycling vuelve a unir la cultura y el deporte, en este caso, a la ya tradicional "La Histórica del Sexmo" que une Robledo de Chavela con Segovia, se une esta nueva "Ruta nido de los dragones" que une los tres municipios de la Comunidad de Madrid que están "custodiados" por estos monstruos desde la edad media.
Recogemos a continuación una galería fotográfica de la experiencia agradeciendo al grupo deportivo "Dragones Cycling" de Robledo de Chavela el esfuerzo por patrocinar nuestro patrimonio y vincularlo a otros municipios, así como dos artículos sobre los dragones de los tres municipios.
Ruta del día 5: Robledo, Pelayos de la Presa, Villa del Prado, Aldea del Fresno, Navalcarnero, El Álamo, Griñón, Batres, San Martín de la Vega, Campo Real, Villalvilla, Alcalá de Henares. 182 Km; 1980m de desnivel.
Ruta del día 6: Alcalá de Henares, Daganzo, Cobeña, Fuente del Saz, El Vellón, Guadalix, Becerril, Guadarrama, San Lorenzo y Robledo de Chavela. 133 Km; 1587m de desnivel.
Iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de Robledo de Chavela
Iglesia parroquial de Santiago Apóstol de Villa del Prado
Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Villalvilla
Llegada a Robledo de Chavela
Recogemos aquí parte de dos
artículos que Miguel Díaz Martín publicó el pasado 18 de agosto y el 3 de marzo
de este año en El Confidencial, en el que hacía referencias a los dragones de
Robledo de Chavela, Villa del Prado y Villalvilla.
“Templos futuristas, dragones e ingenierías
imposibles: lo mejor de la arquitectura de Madrid”
Disponible
Si te has saltado alguno de
los descubrimientos que ofrece Caminemos Madrid, no te preocupes. Tanto si eliges
playa o montaña como si te quedas en la ciudad, hemos preparado para ti una
selección con las mejores historias sobre arquitectura y patrimonio de
esta temporada. Una recopilación que puedes leer a ratos – mientras te relajas
y descansas – o de un tirón durante tu siguiente trayecto por carretera, barco
o avión.
Prepara algo refrescante,
acomódate en el asiento y disfruta, porque empezamos nuestra particular
recomendación del editor por unos templos como nunca habías visto.
Las iglesias llenas de
dragones de Villalvilla, Robledo de Chavela y Villa del Prado son
nuestro primer hito. El lector habitual recordará que las visitamos a comienzo
de año. Para los que acaban de llegar, recordamos las sierpes y las lenguas de
fuego que se deslizan por las nervaduras de bóvedas levantadas hace siglos, un
tesoro oculto hasta hace muy poco y recuperado para sorpresa de todos.
Por si las iglesias que los
albergan – que van desde el románico al gótico tardío y a lo renacentista – no tuvieran
suficiente atractivo por sí solas, los animales mitológicos que las custodian
les confieren un atractivo sobrenatural único en toda la Comunidad de Madrid.
Y aunque desconocemos a los
autores de estos saurios escamosos, sí sabemos quienes fueron sus
patrocinadores: la Casa de los Mendoza, nobles vinculados a los Reyes Católicos
que ostentaron el Ducado del Infantado y, con ello, de multitud de posesiones
como villas, iglesias y hectáreas de tierras de labor.
“Aquí también hay dragones:
las iglesias que custodian esta rareza del patrimonio madrileño”
Disponible en:
Tres iglesias de la región
custodian un tesoro gótico medieval hecho a base de sibilantes cabezas de
dragón y cuerpos trufados de escamas, recuerdos de cuando Madrid y Barcelona eran
dominadas por lenguas de fuego”.
Entre los secretos del Madrid actual
hay uno que se remonta al fin de la Edad Media. Estamos en el siglo
XV. La Reconquista ha terminado y el poder de las órdenes
militares religiosas decae en todo el Reino de Castilla. En su lugar,
florecen nobles e hidalgos vinculados a la Corona, que litigan desde
sus fortalezas madrileñas por los dominios arrebatados al moro. En
este escenario, una familia vinculará su nombre para siempre con el patrimonio
histórico-artístico de Madrid. Ellos son la poderosa Casa de los
Mendoza, a quienes los Reyes Católicos han otorgado en gracia el Ducado del
Infantado; su legado será la mayor representación de dragones
medievales de nuestro territorio.
Salimos a su encuentro por caminos polvorientos
hasta llegar a la Vega del Henares. En la pequeña aldea de Villalbilla, al
sur de Alcalá, los Mendoza patrocinan la Iglesia de Nuestra Señora de
la Asunción (siglos XV-XVI), un templo gótico de planta rectangular
con triple nave de sillería, torre mudéjar en ladrillo y
piedra y coro en alto sustentado por tres arcos.
Accedemos
a la misma bien por la base de la nave, decorada con una portada
renacentista bajo un rosetón de piedra, bien por la
de la nave de la epístola, precedida de un atrio que antecede
a una entrada plateresca. Una vez dentro, alzamos la vista sobre las
estrelladas bóvedas de crucería del presbiterio, donde los Mendoza han
insertado su escudo nobiliario flanqueado de motivos flamígeros o “colas de
dragón”. Su grandeza queda registrada con una singular policromía de lenguas de
fuego azules y rojas. Acompañan a estas la Cruz de
Jerusalén y el escudo de la Casa
de los Figueroa, emparentados ambos con los Mendoza, como recoge la obra La
pintura mural en la Comunidad de Madrid.
Pero los
nobles son de natural inconformista. Así lo van a demostrar en el extremo
opuesto de la región, sobre las estribaciones de la Sierra Oeste que
enlazan Guadarrama con las moles graníticas de Gredos. Será en
la monumental Iglesia
de la Asunción de Robledo de Chavela donde el
visitante empequeñecerá de verdad ante un cielo lleno de dragones.
Si el
propio templo, levantado sobre uno románico del siglo XIII y rematado con
contrafuertes coronados por torretas, ya sobrecoge, son sus bóvedas las que
dejan mudo. Encabalgados a ambos lados de las nervaduras góticas del
presbiterio, casi 80 saurios mitológicos en colores rojo,
negro, verde y ocre muestran fauces de afiladísimos incisivos, brillantes y
pulidas escamas, orejas puntiagudas, lacerantes espinas y ojos que escupen
llamas. Dragones protegiendo una iglesia, sierpes conjurando un mal cuya
representación, por extraño que nos parezca, habría sido común a lo largo de la
Edad Media, de acuerdo a los especialistas de la Dirección General de Patrimonio Histórico.
Sentados en la
nave, las escamosas furias nos observan desde las alturas. Su valor no tiene
parangón por su detalle, variedad cromática y posición en el eje axial de las
nervaduras. Cuesta pensar que estuvieran perdidos prácticamente
desde el siglo XVIII hasta nuestros días, cuando las dificultades de
conservación y el cambio en los gustos los ocultó bajo una capa blanca. No fue
hasta la rehabilitación de la iglesia por parte de la Comunidad de
Madrid cuando el minucioso proceso de investigación (realizado
mediante catas) reveló que los dragones “dormían bajo la cal”, como
escribiría el maestro de periodistas Rafael Fraguas.
Sierpes y
máscaras en Villa del Prado
Tomando ahora
la ruta de la Reconquista hacia el sur, llegaremos a las tierras de Villa del
Prado. En esta ubicación, los Mendoza administraron a un señorío orillas del río
Alberche cuyas fecundas huertas siguen alimentando a Madrid en la
actualidad.
En la plaza de
la localidad se alza la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Su
desproporcionada torre de planta cuadrada, la Torre de Tolosa,
llama nuestra atención por su triple cuerpo y su chapitel restaurado
de plomo y pizarra, que cumple la función de pararrayos. Doscientos años atrás,
la torre ya habría actuado de paramento cuando, celebrándose el entierro de un
suicida (una ceremonia prohibida en suelo sagrado), esta quedó dañada al atrapar un rayo que habría incendiado
por completo el templo, según se relata en Ángeles y dragones: La
restauración de la Iglesia de Villa del Prado.
Pero es
en el interior donde nuestras fantásticas criaturas vuelven a manifestarse. Las
puertas laterales, de arcos superpuestos (conopiales rebajados con decoraciones
de bolas isabelinas), dan acceso a una nave de sillería con capillas abiertas entre los contrafuertes. Agazapadas en dos tipos de
bóvedas nervadas, aparecen las bestias, que se despliegan sobre el altar y tras
el coro en colores anaranjados, verdes y grises. Los acompañan máscaras de
grandes fauces y el escudo de los señores de Mendoza, representado en franjas rojas
sobre campo verde.
Son estos
dragones coetáneos en fecha y estilo a los de Robledo de Chavela. Aquí no es su
número, sino su relación con el resto de obras del templo, lo que aumenta su
importancia, pues la iglesia cabalga entre el gótico tardío medieval y el
Renacimiento. En sus muros, caminando junto a la pila bautismal, encontramos
desde ricos trampantojos cuatrocentistas con representaciones vegetales, a un
clásico pantocrátor, una figura del león de San Marcos, unos
desnudos Adán y Eva y un Santiago Matamoros cuyo
cuerpo decapitado, según reza la tradición cristiana, amansó a los dragones durante su traslación
desde Jerusalén hasta Galicia.
Miguel Díaz Martín
El Confidencial
(Las negritas
cursivas y comillas son del autor)
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