Una breve y atrevida hipótesis De todos es sabido
(o debería serlo) que los Beatles compusieron bajo el efecto del LSD, Doctor
Robert y Yellow submarine, ambos temas pertenecientes a su álbum Revolver,
editado en 1966. Precisamente fue el doctor Robert, un dentista amigo de George
Harrison quien «…nos puso el LSD a mí, a George y a nuestras esposas sin
decirnos nada, durante una cena en su casa…» según palabras del propio John
Lennon. Tras la cena fueron los cuatro: John, George y sus respectivas mujeres
a casa de Harrison. A Lennon, aún bajo el efecto del ácido, le pareció aquella
casa un enorme submarino. «Todos se fueron a dormir, pero para mí estaban todos
flotando allá arriba y yo conducía el submarino» aseveró en una entrevista. De
sendas «anécdotas» surgieron esos dos emblemáticos temas de la banda. Si a
Ruber Soul le llamó el propio John «el álbum de la marihuana», Revolver podría
ser conocido como «el álbum del LSD». Pues bien, no quisiera yo decir con ello
que Joan Manuel Serrat tomara ningún tipo de sustancia psicotrópica para
escribir su Mediterráneo. Más bien, que diferentes pinturas del maestro Sorolla
fueran sus particulares narcóticos que influenciaran al Noi de Poble Sec. Una
distopía que me permito abordar para relacionar las estrofas de la canción con
distintos cuadros del gran Joaquín Sorolla. Comencemos con esta divertida
locura.
Primera estrofa:
Quizás porque mi niñez
Sigue
jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas
Duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor
Por dondequiera que vaya
Y amontonado en tu arena
Guardo amor, juegos y penas
Bien podría estar basada en lienzos como Idilio
en el mar, una obra pintada en el verano de 1908, íntimamente relacionada con
Al agua y Saliendo del baño como si el conjunto de las tres formara un tríptico
y cuya escena ocuparía el elemento central de la hipotética composición.
Sorolla ensayó en estas obras de gran tamaño el motivo del desnudo de la figura
infantil en el agua, continuando con este estudio más adelante en una de sus
obras más conocida Niños en la playa. Otra obra del genial pintor a la que podría
referirme en este primer apartado, además de las previamente citadas sería
Corriendo por la playa.
Segunda estrofa:
Yo, que en la piel tengo el sabor
Amargo del llanto eterno
Que han vertido en ti cien pueblos
De
Algeciras a Estambul
Para que pintes de azul
Sus largas noches de invierno
A fuerza de desventuras
Tu alma es profunda y oscura
Quizá estos versos los escribiera a partir de
lienzos del estilo de Marina, uno de los primeros ejemplos de su temprana obra
ya con cierta relevancia donde, el aún joven artista, emplea un estilo
rigurosamente naturalista. El realismo, fue una de las características
fundamentales del pintor en esta primera época. Valencia, Playa de Valencia o
Las nereidas podrían perfectamente haber sido las seleccionadas para su «libre
interpretación» musical.
Tercera estrofa:
A tus atardeceres rojos
Se acostumbraron mis ojos
Como el recodo al camino
Soy cantor, soy embustero
Me gusta el juego y el vino
Tengo alma de marinero
¿Quién dice que estos otros no estuvieran
influenciados por Clotilde y Elena en las rocas de Jávea? En 1905, momento en
el que Sorolla pintó esta obra, el pintor se hallaba en plena madurez
artística. No en vano, años atrás, concretamente en 1900 le había sido
concedido el Grand Prix en la Exposición Universal de París y un año después la
medalla de honor en la Exposición Nacional de Madrid. Es precisamente en
aquella pequeña localidad alicantina donde Joaquín Sorolla desarrollaría todo
su potencial. Obras como La vendimia o Anciano castellano vertiendo vino
también habrían podido colarse en la elección de esta tercera estrofa.
Estribillo:
Qué le voy a hacer, si yo
Nací en el Mediterráneo
Nací en el Mediterráneo
Para el estribillo, tal vez fuera El primer hijo
la obra que sirvió de acicate a la creatividad del compositor barcelonés a la
hora de escribir sus versos. Se trata de una acuarela donde refleja una armonía
equilibrada con una precisión de la línea y un grafismo ciertamente elegante
para mostrarnos desde sus pinceles un entrañable y hogareño costumbrismo de fin
de siglo. Otra obra suya, Madre, habría sido igualmente merecedora de este
apartado.
Y te acercas, y te vas
Después de besar mi aldea
Jugando con la marea
Te vas, pensando en volver
Eres como una mujer Perfumadita de brea
Que se añora y que se quiere
Que se conoce y se teme
En esta estrofa ¿por qué no tocarle el turno a La
hora del baño?, una composición elaborada en su estudio, aunque siga empleando
escenas de playas. Se trata de una obra que destaca como uno de los más
significativos ejemplos de esta época del pintor y en la que se aprovecha de su
experiencia en sus pinturas anteriores realizadas al aire libre. Constructores
de barcos podría haber sido otra alternativa válida para esta cuarta estrofa.
Ay, si un día para mi mal
Viene a buscarme la parca
Empujad al mar mi barca
Con un levante otoñal
Y dejad que el temporal
Desguace sus alas blancas
Y a mí enterradme sin duelo
Entre la playa y el cielo
Por derecho propio la quinta estrofa le
correspondería a Una barca en la cala de San Vicente, obra perteneciente a sus
«impresiones de color», como llamó el artista a estos estudios atmosféricos
para ofrecer el testimonio de lo que observaba con sus propios ojos. Este
cuadro pertenece a una serie de distintas versiones sobre un mismo tema y un
mismo lugar, pero acometidas en diferentes horas del día.
Sexta estrofa:
En la ladera de un monte
Más alto que el horizonte
Quiero tener buena vista
Mi cuerpo será camino
Le daré verde a los pinos
Y amarillo a la genista
Cerca del mar, porque yo
Nací en el Mediterráneo
Nací en el Mediterráneo…
Para la sexta y última estrofa he tenido a bien
considerar que quizá fuera su fuente de inspiración el óleo Santa Cristina en
Lloret de Mar, donde Joaquín Sorolla nos regala la imagen de un pinar
mediterráneo recortando con sus siluetas el mar desde una colina próxima. La
interacción entre los diferentes tonos, el ramaje, las rocas y el propio mar
parece engalanar un telón de fondo poniendo fin a un presunto escenario. Hasta
aquí he dejado volar mi imaginación. Me he permitido la licencia de darle vía libre
y permiso (no sé si debía) para que nos mostrara en estas líneas llenas no de
impresionismo, como el estilo artístico del protagonista, sino del más
incoherente surrealismo, una imposible unión creadora de dos genios. Raro
quizá, pero, en cualquier caso, muchos de nosotros hemos tenido algún Sorolla,
o tal vez más de uno, en nuestra casa y no nos hemos enterado. ¿Recuerdan aquel
billete, el primero de 1.000 pesetas emitido en el reinado de Juan Carlos I,
allá por 1979 que homenajeaba a Benito Pérez Galdós? Y nosotros sin saberlo.
Alberto Yagüe López
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