miércoles, noviembre 27, 2024

Entrevista a Alfredo Gómez Cerdá. Premio a la trayectoria literaria infantil y juvenil 2024




Breve introducción:

En el ámbito del FESTILIJ3C, se entregan cada año los premios Torre del Agua, creados con la intención de dar valor y reconocimiento a los autores e ilustradores de literatura infantil y juvenil, así como a las editoriales que apuestan por la publicación de sus obras. En este 2024, el Premio a la Trayectoria Literaria dedicada a la LIJ ha sido otorgado al Miembro de Honor del Ateneo Antoniorrobles de Robledo de Chavela y convecino ocasional, Alfredo Gómez Cerdá. El galardonado fue elegido por los niños y niñas pertenecientes a los clubes de lectura de la librería Serendipias, organizadora del evento, y con este motivo le hemos realizamos desde el propio Ateneo la siguiente entrevista, con la que espero conozcáis un poco más a este prolífico y divertido escritor.

 



Como ya habrás “sufrido” varias entrevistas a lo largo de tu carrera, si me permites y sabiendo del gran sentido del humor del que haces gala en tu blog, ésta la afrontaremos desde un prisma distinto y algo más distendido, si te parece bien.

Antes de nada, decirte que tenemos algún que otro paralelismo que te iré comentando según vaya discurriendo la entrevista. La primera coincidencia y salvando las distancias, ambos escribimos y, al igual que tú, afronto distintos géneros, aunque yo no lo haga de manera profesional como tú (ya me gustaría).

 

Y ahora… comenzamos.

Pregunta: De los numerosos premios que has recibido, incluyendo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil ¿a cuál de ellos das más importancia y por qué? ¿o el qué más ilusión te produjo el conseguirlo?




Respuesta: Por la categoría del premio, el más importante es el Nacional, sin duda. Pero ha habido otros premios que han supuesto mucho para mí, como «El Barco de Vapor», que lo gané al comienzo de mi carrera y que me abrió muchas puertas. Es muy bonito el Premio Hache, porque es por votación de los propios lectores, y eso le da una dimensión diferente. Para mí todos los premios que he recibido han supuesto, sobre todo, un espaldarazo para continuar escribiendo. También destaco un no premio: en 2018 fui elegido candidato por España al premio Andersen, considerado el Nobel de la LIJ. No gané, pero siempre consideré la nominación como un premio de los grandes.


P: Deduzco que escribes por devoción, como dices en tu biografía, publicada en https://www.almezzer.com , pero cuando se alcanza el volumen de producción que llevas a tus espaldas, ¿no tienes cierta presión por parte de las editoriales para no parar y seguir escribiendo obligándote a sacar libro tras libro cada año, tengas inspiración y ganas o no?

R: En absoluto. Nunca escribo por encargo, nunca me he comprometido con fechas. Escribo a mi ritmo. Lo que planteas en la pregunta les suele pasar a los autores de series -y ahora, por cierto, vivimos el momento de las series, solo hay que echar un vistazo en la sección infantil de las librerías-. En ese caso sí hay un compromiso y unos plazos. Yo no soy autor de series. No me cansa escribir, todo lo contrario, mi vida no tendría sentido si no lo hiciera y, por suerte, aún no se me ha agotado la inspiración. La vida es un caudal inmenso de inspiración.

P: Después de tu experiencia un tanto decepcionante como guionista, según cuentas en la citada biografía ya que dices textualmente: “porque las películas que se hacían allí no me gustaban nada”, ¿no te planteaste escribir guiones tuyos, propios, a tu gusto y criterio? Por cierto, segunda coincidencia, aunque esta de refilón, mi padre también escribió guiones cinematográficos.


R: Colaboré cuando tenía veintitantos años con una productora cinematográfica, pero las películas que se hacían allí eran infames. Me da rubor hasta citar alguna. Yo sobre todo convertía novelas de las que habían comprado los derechos en guiones. Había alguna buena novela, pero finalmente se descartaba y se hacía otra cosa. Y sí, escribí un guion propio, pero no pasó de la escritura. Fue entonces cuando empecé a descubrir la literatura infantil y juvenil, que para mí fue un camino nuevo que me atrapó por completo.

P: A partir de entonces comienza tu carrera literaria. Pregunta obligada: ¿Cómo surge la idea de tu primer libro, de tu primera historia, de tu primer cuento, enfrentarte por primera vez a una hoja en blanco? Supongo que tu hijo tendría algo que ver en eso.

R: Ya tenía un rodaje. Desde niño me había enfrentado al reto de la hoja en blanco. Había escrito tres “novelones” -por la extensión- que había presentado sin éxito a alguna editorial. En todas fueron valorados positivamente, pero rechazados -hoy lo entiendo-. Creo que, para mí, como he dicho antes fueron el rodaje necesario. Porque a escribir también se aprende escribiendo. En ese momento escribo dos historias infantiles: «El árbol solitario» y «Las palabras mágicas», y ahí empieza todo. Sí, mi hijo era muy pequeño entonces. Pero si no lo hubiera tenido, estoy seguro de que también habría escrito estos libros. Creo que se exagera la idea de que para escribir LIJ hay que tener hijos o ser maestro. Y no es así, ejemplos, muchos. Lo que hay que tener es un interés y una empatía con el mundo infantil. Y un respeto enorme al niño.

P: Volvamos a los orígenes. Naciste en Madrid, en la casa de tu abuela Dolores (tercera coincidencia, una de mis abuelas también se llamaba Dolores), en un barrio de la periferia, Carabanchel Bajo. ¿Crees que la creación del personaje Manolito Gafotas, vecino ficticio tuyo, tiene algo que ver con este dato? ¿Qué tal vez Elvira Lindo se haya inspirado en tu obra y en tu lugar de nacimiento a la hora de localizar su serie de ocho novelas protagonizada por Manuel García Moreno en el barrio donde naciste? ¿O consideras que es puro azar?


R: Rotundamente, puro azar. El Carabanchel de mi infancia tiene poco que ver con el de Manolito Gafotas, que es el de los años noventa. Elvira Lindo creó a Manolito con otra intención, como personaje radiofónico, y pensado para un público adulto. Muchos recuerdan a ese Manolito de la radio, en el programa “A vivir que son dos días”, con Fernando Delgado. Alguien se dio cuenta de que el personaje podía pasar al libro y enfocarlo a un público más infantil, y así comenzó la serie. Me consta que Elvira Lindo -me lo reconoció ella misma- cuando comenzó la serie apenas conocía Carabanchel. Por último, Manolito es de Carabanchel Alto y yo soy de Carabanchel Bajo y, entre nosotros, es mucho mejor el Bajo que el Alto. ¡Dónde va a parar! Entenderás que siempre ha habido un pique y una rivalidad.

P: Autor, director y actor principal de una obra de teatro (según comentas, tu primera experiencia literaria) ¿Te consideras el Woody Allen o el Clint Eastwood de Carabanchel Bajo?

R: ¡Ya me gustaría! El teatro tiene mucha más importancia en mis inicios que la experiencia cinematográfica. Estuve en algunos grupos de lo que entonces se llamaba teatro independiente, que funcionaban como podían y representaban sus montajes donde les dejaban. En uno de estos grupos se representó una obra mía, «Tendido de sombra». Yo, además, era actor y director. Para mí fue mi primera experiencia literaria. No puedo equipararme de ninguna manera con Woody Allen o con Eastwood, pero, eso sí, he escrito más que ellos.

P: Pregunta futbolera: así que estudiaste en el colegio Amorós… ¿Eres del Atleti? Igual se te quedó esa impronta de aquellos años…, de ser así sería la cuarta coincidencia, por si acaso la dejo en suspenso, no vaya a ser que como acción de rebeldía a las bofetadas recibidas por algunos de los maestros que te tocaron en suerte te has inclinado por el Real Madrid.


R: No soy futbolero. Ya de pequeño, precisamente en el equipo de fútbol del colegio Amorós -allí había que jugar al fútbol sí o sí- mi sueño era jugar de portero suplente, es decir, no jugar. Por el contrario, mi padre era un gran aficionado -de joven llegó a jugar en algún equipo, aunque no de la élite- y del Real Madrid. Recuerdo que algunos domingos me llevaba a ver al Carabanchel al Campo de la Mina y en algunas ocasiones al Bernabéu, en la época en la que jugaba Gento y compañía. Pero yo, no sé si por esa rebeldía juvenil hacia los progenitores, me hice del Atlético. Me gusta su filosofía y hasta su marginalidad dentro de los grandes. Es un equipo más humano, que asume sus derrotas. Se parece más a la vida misma. Y sus jugadores son futbolistas, no galácticos ni zarandajas semejantes. Por supuesto, no me gustan algunos de los presidentes que ha tenido. ¿Pero puede salvarse algún presidente? Del Madrid, detesto su chulería y su prepotencia y que la mayor parte de sus éxitos los haya conseguido a golpe de talonario. Pero hoy en día el fútbol en general tiene poco que ver con un deporte.

P: Tu hijo se llama Jorge (quinta coincidencia, mi segundo hijo lleva el mismo nombre). ¿Será que los nietos de “Dolores” y padres de “Jorges” tenemos un don especial para eso de la escritura

R: Mi abuela Dolores tuvo muchos hijos y, por consiguiente, muchos nietos. Hace unos años hicimos lo que llamamos una “primada” y nos juntamos más de treinta. De todos ellos, yo soy el único que escribe. Eso sí, mi hijo Jorge, que es economista y trabaja en una empresa, también escribe. Ya ha publicado varios libros. Yo creo que tener un antecedente familiar con un trabajo determinado facilita las cosas para seguir su ejemplo. Fíjate la cantidad de médicos que son hijos de médicos, o abogados, o notarios, o que siguen con un negocio o actividad familiar. Conozco varios casos de escritores hijos de escritores, pero no todos se llaman Jorge J.

P: Perdona por la siguiente pregunta, pero me la dejaste botando al leer que cuando ibas a la facultad de Filología Española, coincidiendo aquella época con el nacimiento de tu hijo, solo sacabas tiempo para escribir alguna poesía corta en el “G”, que era el autobús que iba desde Moncloa hasta la citada facultad. ¿Nunca se te ocurrió, aprovechando la coyuntura, adentrarte en el mundo de la poesía erótica?

R: Te respondo después de reírme un rato. Guardo muchas poesías. Nunca me he decidido a agruparlas en un libro. Algunas se han publicado sueltas en revistas. También en dos novelas: -«La casa de verano» y «Ninfa rota»- he incluido algún poema. Me ha hecho gracia tu pregunta y la verdad nunca había pensado en las connotaciones de la letra G del autobús con la G de esa zona erógena femenina. ¡Pero ahora que lo dices…! Bueno, puede ser que alguno de aquellos poemas encerrara un deseo amoroso. Por cierto, la línea G sigue existiendo y hace el mismo recorrido: Moncloa – Ciudad Universitaria. Si alguna vez me decido a publicar esos poemas tendré que buscar un título que haga referencia a esa línea y a esa letra.

P: También he leído unas manifestaciones tuyas en las que aseguras que “los jóvenes de ahora leen mucho más de lo que creemos” ¿crees de verdad que es así? Pienso que no hay una manera mejor de finalizar esta entrevista que convenciéndome de tal afirmación de la que tengo ciertas dudas.


R: Los jóvenes de mi generación, mis compañeros de colegio y mis amigos del barrio, no leían nada. Y esta opinión la comparten muchas personas de mi edad. Si tú leías algo que no fueran tebeos eras un bicho raro. Apenas había publicaciones para niños y jóvenes, y las pocas que había eran de propaganda de la dictadura. Hoy en día, el negocio editorial en torno a la LIJ es brutal: editoriales, colecciones, premios literarios… Todo eso no se sostendría si no hubiera lectores. Es un dato numérico. Pero mi afirmación viene porque estoy cansado de oír descalificaciones hacia los jóvenes, que son falsas y que esconden mucho detrás: “Los jóvenes no leen”. Mentira. Está demostrado estadísticamente que leen más que los adultos, los que no leen son sus padres, los que no leen desgraciadamente son muchos de sus profesores. “Los jóvenes beben”. ¿Y los adultos? Vivimos en un país donde prácticamente todo el mundo bebe, ¿por qué nos extrañamos de que lo hagan los jóvenes? “Los jóvenes están enganchados al móvil”. ¿Y los padres? ¿Hay alguien en su entorno que no lo esté? Podríamos seguir y seguir. Vivimos en un país no lector, donde la mitad de la población no ha leído un solo libro en su vida. Esa es la realidad. Pero a todo el mundo le gusta señalar a los jóvenes y no mirarse a sí mismo. Y a lo mejor me alejo un poco de la pregunta, pero ¿por qué no ponemos el foco en el reiterado fracaso del sistema educativo de nuestro país?

 

 


Entrevista realizada por Alberto Yagüe

https://albertoyague.com






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